viernes, 22 de abril de 2011

Procesión de Jesús de Pasión 2011





Al llegar a la Plaza de la Piedad, hora en que Jesús estaba siendo clavado en la cruz, se rezó un Padre Nuestro.






Las tres horas de la agonía del Señor en la Cruz




Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?



He aquí a tu madre,
he aquí a tu hijo



Todo está cumplido




Por fin la Hermandad pudo procesionar .... y QUÉ BONITA.



Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías". Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo" (Mc 15,34-35)

Sabemos que Jesús repetía un salmo judío cuando recitaba estos versículos desconcertantes. Pero no deja de ser grandioso para los cristianos que el Hijo de Dios se sienta distante de su Padre, aunque sea a través de una oración. Cristo se solidariza con todos los abandonados de este mundo, con aquellos que viven en la lejanía de Dios. Con los enfermos que no entienden su sufrimiento, con los que han perdido a un ser querido y no lo entienden, con los que viven angustiados o sin sentido en sus vidas, con aquellos que creen que son fruto del azar y no de una voluntad amorosa de Dios. Con los que mueren víctimas de las guerras, de los accidentes, de la droga, del terrorismo, de enfermedades incurables...

Con todos ellos, Cristo eleva al cielo esta oración: ¿Dios mío dónde estás? Hay veces que no te vemos, que no te sentimos, aunque presentimos que estás ahí. La oración no es una negación de Dios, como algunos apuntan. Es más bien un no entender la voluntad de Dios, especialmente cuando ésta produce sufrimiento e incomprensión. Cristo no dijo: Dios, no existes... sino ¿Porqué me has abandonado?, ¿Porqué he tenido que sufrir hasta límites insospechados?, ¿por qué no ha sido posible la salvación de otra manera...? En el fondo es una continuación de aquella oración que había realizado hacía poco en Getsemaní entre sangre, sudor y lágrimas.

Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así a la gloria, conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.
Escucha, Señor, y ten piedad.

Tú que, elevado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado, sana nuestras heridas.
Escucha, Señor, y ten piedad.

Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida, haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Escucha, Señor, y ten piedad.

Tú que, clavado en la cruz perdonaste al ladrón arrepentido, perdónanos también a nosotros, pecadores.
Escucha, Señor, y ten piedad.


He ahí a tu madre, he ahí a tu hijo

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. (Jn 19,25-27)

En la Cruz, el Hijo puede derramar su sufrimiento en el corazón de la Madre. Todo hijo que sufre siente esta necesidad. También vosotros, queridos jóvenes, os enfrentáis al sufrimiento: la soledad, los fracasos y las desilusiones en vuestra vida personal; las dificultades para adaptarse al mundo de los adultos y a la vida profesional; las separaciones y los lutos en vuestras familias; la violencia de las guerras y la muerte de los inocentes. Pero sabed que en los momentos difíciles, que no faltan en la vida de cada uno, no estáis solos: como a Juan al pie de la Cruz, Jesús nos entrega también a vosotros su Madre, para que os conforte con su ternura.

Mensaje del Papa con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud 2003

Estas palabras, particularmente conmovedoras, constituyen una "escena de revelación": revelan los profundos sentimientos de Cristo en su agonía y entrañan una gran riqueza de significados para la fe y la espiritualidad cristiana. En efecto, el Mesías crucificado, al final de su vida terrena, dirigiéndose a su Madre y al discípulo a quien amaba, establece relaciones nuevas de amor entre María y los cristianos.

Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión, para que consigamos la gloria de la resurrección.
Enséñanos, Señor, a amar a tu Madre.

Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
Enséñanos, Señor, a amar a tu Madre.

Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida, para que se manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.
Enséñanos, Señor, a amar a tu Madre.

Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, concede a tus fieles obediencia y paciencia.
Enséñanos, Señor, a amar a tu Madre.


Todo está cumplido

Cuando tomó Jesús el vinagre,dijo: "Todo está cumplido". E inclinando la cabeza entregó el espíritu. Los judios, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne- rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. (Jn 19,30)

Basta esta palabra para iluminar todo el misterio del Calvario. ¿Qué es lo que está cumplido? En primer lugar, la vida terrena de Jesús, la obra que el Padre le confió para que la cumpliera. "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13,1). "Extremo" y cumplido son la misma palabra en griego. Se ha llevado a cabo la prueba suprema de su amor. Se han cumplido también las Escrituras. La del siervo sufriente, la del cordero pascual, la del inocente asesinado, la del nuevo templo que vio Ezequiel, de cuyo lado derecho manaba un río de aguas vivas. Y toda la obra salvífica de Jesús ha quedado concentrada en la Eucaristía, el memorial del Amor redentor de Jesús.

Señor Jesús, tú que eres manso y humilde de corazón, danos entrañas de misericordia, bondad, humildad y danos comprensión para con todos.
Escucha, Señor; perdón Señor

Que sepamos ayudar a los necesitados y consolar a los que sufren, para imitarte a tí, el buen Samaritano.
Escucha, Señor; perdón Señor

Que María, la Virgen Madre, interceda por las vírgenes que se han consagrado a tu servicio, para que vivan su virginidad con un grande amor hacia tí, en bien de la Iglesia.
Escucha, Señor; perdón Señor

Concédenos la abundancia de tu misericordia y perdona la multitud de nuestros pecados y el castigo que por ellos merecemos.
Escucha, Señor; perdón Señor